terça-feira, 14 de outubro de 2008

Referências Bibliográficas

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2. BENEDICTO, José Luiz Luzón (2008). Desarrollo Local Regional. Aula do Doctorado em “Planificación Territorial e Gestión Ambiental”. Vitória da conquista – BA. Outubro.

3. BRANCO, Adriano Murgel e MARTINS, Márcio M. Bernardes (2007). Desenvolvimento sustentável na gestão de serviços públicos. Responsabilidade socioambiental e informe social. São Paulo. Paz e Terra.

4. BRANDÃO, Carlos Rodrigues (1999). O Afeto da Terra. Campinas, SP. Editora da UNICAMP.

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6. CAMPOS, André et al (orgs). Atlas da Exclusão Social no Brasil, volume 2: dinâmica e manifestação territorial. 2ª ed. São Paulo: Cortez, 2004.

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9. Declaração do I Congresso Nacional dos Lavradores e Trabalhadores Agrícolas Sobre o Caráter da Reforma Agrária. Belo Horizonte, MG. 17 de Novembro de 1961. In.: Marighella, Carlos, BORGES et al. A Questão Agrária. Textos dos Anos Sessenta. São Paulo. Ed. Brasil Debates. 1980. p.84 à 88.

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11. EVANGELISTA,Francisco Raimundo (2000). A agricultura Familiar no Brasil e no Nordeste. Banco do Nordeste do Brasil. ETENE. Escritório Técnico de Estudos Econômicos do Nordeste. http://www.banconordeste.gov.br/content/Aplicacao/ETENE. Acesso e 3 fevereiro de 2009

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15. GUIMARÃES, Alberto Passos (1977). Quatro Séculos de Latifúndio. 4ª Ed. Rio de Janeiro, Paz e Terra.

16. LIRA, Enrique Astorga (1982). La Dialética de La Producción de Peões. Tradução Angela Kageyama. In.: Reforma Agrária. Boletim da Associação Brasileira de Reforma Agrária. Campinas, SP. Vol. 12, nº 05, set. out. p. 22 à 35.

17. LOBÃO, J. S. B. et al (2004). Semi - Árido da Bahia, Limites Físicos ou Sócio - Político?. Uma abordagem Geotecnológica para a Delimitação oficial. In.: Anais do Simpósio Regional de Geoprocessamento e Sensoriamento Remoto. Aracajú, SE. 10 a 12 de novembro.

18. Nério, Marcelo. Economista da Fundação Getúlio Vargas, Notícia sobre a Informalidade no Brasil. Jornal Nacional. http://jornalnacional.globo.com/jornalismo. 23.04.2007

19. OSÓRIO, Rafael Guerreiro e MEDEIROS (2003). Concentração de Renda e Pobreza na Bahia: 1981-1999. In.: Pobreza e Desigualdades Sociais. Série: Estudos e Pesquisas. SEI. Salvador. P. 249 à 265.

20. PEDRÃO, Fernando (2003). Superar a pobreza ou reverter o empobrecimento? Uma revisão das raízes da pobreza na Bahia. In.: Pobreza e Desigualdade Social. Salvador. SEI. p. 235 - 247.

21. PELLEGRINI, Elisa et al (2003). Desenvolvimento local sustentável e combate à pobreza. In.: Pobreza e Desigualdade Social. Salvador. SEI. p. 285 – 299.

22. PORTUGAL, Alberto Duque (2004). O Desafio da Agricultura familiar. In.: http://www.embrapa.br/imprensa/artigos/2002/artigo.2004-12-07. acesso em 04/02/2009.

23. PROGRAMA DE DESENVOLVIMENTO REGIONAL SUSTENTÁVEL. PDRS. SUDOESTE DA BA (2000) SEPLANTEC – Secretaria do Planejamento, Ciência e Tecnologia e CAR – Companhia de Desenvolvimento e Ação Regional. Salvador; BA.

24. RAMOS, Pedro (2001). Propriedade, Estrutura Fundiária e Desenvolvimento (rural). In. Estudos Avançados. Vol 15, nº 43. São Paulo. Pg. 141-155.

25. RATTNER, Henrique (1992). Tecnologia e Desenvolvimento Sustentável. In.: Revista Universidade e Sociedade. Brasília. Andes – Sindicato Nacional. Ano II, nº 04, Dezembro. P. 56 - 66.

26. SACHS, Ignacy (1991). Mudar de rumo é necessário. Entrevista à Fernanda Lamego In.: Ecologia e Desenvolvimento. Rio de Janeiro. Editora Terceiro Mundo. Ano I, nº 9. P. 31 – 34.

27. SACHS, Ignacy (2002). A Invenção do Rural. In.: Revista Globo Rural. Rio de Janeiro. Ed. Globo. Out. P. 40 – 41.

28. SALES, Ivandro da Costa, et al (1987). Metodologia de Aprendizagem da Participação e de Organização de Pequenos Produtores. In.: Caderno do CEDES. Centro de Estudos Educação e Sociedade. São Paulo, Cortez Editora. p. 32-44.

29. SAMPAIO, Plínio Arruda (1997). Duas lógicas paralelas na análise da agricultura brasileira: In.: Estudos Avançados. São Paulo.Vol. 11, nº 31. www.scielo.br. Acesso em 10 de outubro:2008.

30. SILVA, José Graziano (1985). O que é a Questão Agrária. São Paulo. Brasiliense.

Carta de las Madres Sin Tierra

08/05/2007

Hablamos a los hijos y hijas de la tierra, de todas las naciones. A los que no han sido invitados para el banquete. A los que esperan hace siglos en la fila de la história. No seremos espectadoras de una película, esperando la luz se apagar. Es tiempo de creer en la posibilidad de vencer el dolor.

Nos levantamos con las madres que pierden sus hijos y hijas en las guerras, en las matanzas urbanas, en el cañón del fusil, en los campos de concentración, en los actos de femicidios, en la violencia domestica, en las persecuciones políticas, en los alambrados. Nos levantamos con las madres que pierden sus hijos y hijas por no tener la leche, el pan, la tierra, el acceso a los conocimientos acumulados por la humanidad. Nos levantamos con las madres que deambulan con sus hijos y hijas en busca de un mundo nuevo. Nos levantamos para clamar justicia social y dignidad!

Erguimos nuestras manos, nuestras azadas, nuestras hoces y nuestras conciencias para convocar todas las mujeres trabajadoras del mundo para que nos unamos contra los explotadores de la tierra, de la vida, de nuestra fuerza de trabajo, de nuestros cuerpos.

Nos dirigimos a los que se dicen señores del mundo. No queremos ni pedimos su permiso para romper alambrados y sembrar flores y sueños. No les hablaremos palabras dudosas. Estamos en lucha por la tierra, el agua, en defensa de las semillas y de la biodiversidad, por el derecho de decidir sobre nuestras vidas, nuestros alimentos, por el derecho al trabajo, por nuestro futuro y por la solidariedad entre los pueblos.

El “desarrollo y la modernidad” avanzan sobre el mundo y abren heridas. En su nombre son otorgadas leyes que colocan en peligro la humanidad. Contra el desierto verde y la desesperanza rompimos el silencio y denunciamos el polvo sobre el sueño y la cárcel de las flores. Su modernidad es la de la oscuridad y del hambre, por eso no nos sirve. No se atrevan señores a dar un sólo paso adelante.

La manipulación asesina de la biogenética, las monoculturas, el agrocombustible y el agronegocio atentan contra la soberanía alimentaria y la posibilidad de un mundo ecológicamente correcto y socialmente justo. No permitiremos la destruición de la humanidad. Sepan señores, no aceptaremos que asesinen nuestros hijos y hijas sea por la violencia o por falta de comida.

En este día de las madres reafirmamos nuestra determinación en transformar el campo en un espacio de esperanza, de alegría y más que todo, de lucha. En nuestro proyecto, todas las personas tienen derecho a una vida digna, a mejores condiciones de vida, al aroma y perfume de las flores. Queremos transformar el mundo para que sea más justo e igualitario. Y que sean respetados todos los sujetos que de él hacen parte.

Seguiremos sembrando la inquietud revolucionaria por la reforma agraria, por justicia social y por soberanía popular y alimentaria. Esta es nuestra misión, y así deberá ser para todas las madres perseguidas por la violencia del agronegocio y del hidronegocio.

A todas las madres del mundo solo nos queda la organización y la lucha. Luchemos incansablemente contra el sistema neoliberal que transforma los alimentos, el agua, la tierra, los conocimientos de los pueblos y el cuerpo de las mujeres en mercancías.

Ha llegado el tiempo de exigir justicia y castigo para los responsables por la explotación, la violencia, el genocidio, las matanzas. Ha llegado el tiempo de edificar nuevos paisajes, nuevos hombres y nuevas mujeres.

Ha llegado el tiempo de vislumbrar el nuevo horizonte. Estamos de pie vigilantes y esculpiendo noche y día la fertilidad y la rebeldía que nace de las entrañas de la Madre-Tierra.

Viva la madre tierra. Para que vivan las madres de la tierra.

Mayo de 2007

MST Reforma Agraria: Por Justicia Social y Soberanía Popular!

http://www.mst.org.br/

Olhares sobre a propriedade da terra na Microrregião de Itapetinga

Terra como meio de trabalho:

-Inter relação entre a organização da produção e as necessidades de consumo (A. Chayanov);

-A diversidade de cultivos em uma mesma área garantindo a biodiversidade animal e a manutenção do material genético tradicional. Observe a seqüência de fotos ( à seguir) em propriedades familiares, entre Itapetinga e Itambé, além desta diversidade de cultivos e criações, sentimos a presença da vida humana, expressas na arte camponesa de criar ambientes e paisagens.

O Império do consumo

Eduardo Galeano
17/01/2007

A explosão do consumo no mundo atual faz mais barulho do que todas as guerras e mais algazarra do que todos os carnavais. Como diz um velho provérbio turco, aquele que bebe a conta, fica bêbado em dobro. A gandaia aturde e anuvia o olhar; esta grande bebedeira universal parece não ter limites no tempo nem no espaço.

Mas a cultura de consumo faz muito barulho, assim como o tambor, porque está vazia; e na hora da verdade, quando o estrondo cessa e acaba a festa, o bêbado acorda, sozinho, acompanhado pela sua sombra e pelos pratos quebrados que deve pagar. A expansão da demanda se choca com as fronteiras impostas pelo mesmo sistema que a gera. O sistema precisa de mercados cada vez mais abertos e mais amplos tanto quanto os pulmões precisam de ar e, ao mesmo tempo, requer que estejam no chão, como estão, os preços das matérias primas e da força de trabalho humana. O sistema fala em nome de todos, dirige a todos suas imperiosas ordens de consumo, entre todos espalha a febre compradora; mas não tem jeito: para quase todo o mundo esta aventura começa e termina na telinha da TV. A maioria, que contrai dívidas para ter coisas, termina tendo apenas dívidas para pagar suas dívidas que geram novas dívidas, e acaba consumindo fantasias que, às vezes, materializa
cometendo delitos. O direito ao desperdício, privilégio de poucos, afirma ser a liberdade de todos.

Dize-me quanto consomes e te direi quanto vales. Esta civilização não deixa as flores dormirem, nem as galinhas, nem as pessoas. Nas estufas, as flores estão expostas à luz contínua, para fazer com que cresçam mais rapidamente. Nas fábricas de ovos, a noite também está proibida para as galinhas. E as pessoas estão condenadas à insônia, pela ansiedade de comprar e pela angústia de pagar. Este modo de vida não é muito bom para as pessoas, mas é muito bom para a indústria farmacêutica. Os EUA consomem metade dos calmantes, ansiolíticos e demais drogas químicas que são vendidas legalmente no mundo; e mais da metade das drogas proibidas que são vendidas ilegalmente, o que não é uma coisinha à-toa quando se leva em conta que os EUA contam com apenas cinco por cento da população mundial.

«Gente infeliz, essa que vive se comparando», lamenta uma mulher no bairro de Buceo, em Montevidéu. A dor de já não ser, que outrora cantava o tango, deu lugar à vergonha de não ter. Um homem pobre é um pobre homem. «Quando não tens nada, pensas que não vales nada», diz um rapaz no bairro Villa Fiorito, em Buenos Aires. E outro confirma, na cidade dominicana de San Francisco de Macorís: «Meus irmãos trabalham para as marcas. Vivem comprando etiquetas, e vivem suando feito loucos para pagar as prestações».

Invisível violência do mercado: a diversidade é inimiga da rentabilidade, e a uniformidade é que manda. A produção em série, em escala gigantesca, impõe em todas partes suas pautas obrigatórias de consumo. Esta ditadura da uniformização obrigatória é mais devastadora do que qualquer ditadura do partido único: impõe, no mundo inteiro, um modo de vida que reproduz seres humanos como fotocópias do consumidor exemplar.

O consumidor exemplar é o homem quieto. Esta civilização, que confunde quantidade com qualidade, confunde gordura com boa alimentação. Segundo a revista científica The Lancet, na última década a «obesidade mórbida» aumentou quase 30% entre a população jovem dos países mais desenvolvidos. Entre as crianças norte-americanas, a obesidade aumentou 40% nos últimos dezesseis anos, segundo pesquisa recente do Centro de Ciências da Saúde da Universidade do Colorado. O país que inventou as comidas e bebidas light, os diet food e os alimentos fat free, tem a maior quantidade de gordos do mundo. O consumidor exemplar desce do carro só para trabalhar e para assistir televisão. Sentado na frente da telinha, passa quatro horas por dia devorando comida plástica.

Vence o lixo fantasiado de comida: essa indústria está conquistando os paladares do mundo e está demolindo as tradições da cozinha local. Os costumes do bom comer, que vêm de longe, contam, em alguns países, milhares de anos de refinamento e diversidade e constituem um patrimônio coletivo que, de algum modo, está nos fogões de todos e não apenas na mesa dos ricos. Essas tradições, esses sinais de identidade cultural, essas festas da vida, estão sendo esmagadas, de modo fulminante, pela imposição do saber químico e único: a globalização do hambúrguer, a ditadura do fast food. A plastificação da comida em escala mundial, obra do McDonald´s, do Burger King e de outras fábricas, viola com sucesso o direito à autodeterminação da cozinha: direito sagrado, porque na boca a alma tem uma das suas portas.

A Copa do Mundo de futebol de 1998 confirmou para nós, entre outras coisas, que o cartão MasterCard tonifica os músculos, que a Coca-Cola proporciona eterna juventude e que o cardápio do McDonald´s não pode faltar na barriga de um bom atleta. O imenso exército do McDonald´s dispara hambúrgueres nas bocas das crianças e dos adultos no planeta inteiro. O duplo arco dessa M serviu como estandarte, durante a recente conquista dos países do Leste Europeu.

As filas na frente do McDonald´s de Moscou, inaugurado em 1990 com bandas e fanfarras, simbolizaram a vitória do Ocidente com tanta eloqüência quanto a queda do Muro de Berlim. Um sinal dos tempos: essa empresa, que encarna as virtudes do mundo livre, nega aos seus empregados a liberdade de filiar-se a qualquer sindicato. O McDonald´s viola, assim, um direito legalmente consagrado nos muitos países onde opera. Em 1997, alguns trabalhadores, membros disso que a empresa chama de Macfamília, tentaram sindicalizar-se em um restaurante de Montreal, no Canadá: o restaurante fechou. Mas, em 98, outros empregados do McDonald´s, em uma pequena cidade próxima a Vancouver, conseguiram essa conquista, digna do Guinness.

As massas consumidoras recebem ordens em um idioma universal: a publicidade conseguiu aquilo que o esperanto quis e não pôde.

Qualquer um entende, em qualquer lugar, as mensagens que a televisão transmite. No último quarto de século, os gastos em propaganda dobraram no mundo todo. Graças a isso, as crianças pobres bebem cada vez mais Coca-Cola e cada vez menos leite e o tempo de lazer vai se tornando tempo de consumo obrigatório. Tempo livre, tempo prisioneiro: as casas muito pobres não têm cama, mas têm televisão, e a televisão está com a palavra. Comprado em prestações, esse animalzinho é uma prova da vocação democrática do progresso: não escuta ninguém, mas fala para todos.

Pobres e ricos conhecem, assim, as qualidades dos automóveis do último modelo, e pobres e ricos ficam sabendo das vantajosas taxas de juros que tal ou qual banco oferece. Os especialistas sabem transformar as mercadorias em mágicos conjuntos contra a solidão. As coisas possuem atributos humanos: acariciam, fazem companhia, compreendem, ajudam, o perfume te beija e o carro é o amigo que nunca falha. A cultura do consumo fez da solidão o mais lucrativo dos mercados.

Os buracos no peito são preenchidos enchendo-os de coisas, ou sonhando com fazer isso. E as coisas não só podem abraçar: elas também podem ser símbolos de ascensão social, salvo-condutos para atravessar as alfândegas da sociedade de classes, chaves que abrem as portas proibidas. Quanto mais exclusivas, melhor: as coisas escolhem você e salvam você do anonimato das multidões. A publicidade não informa sobre o produto que vende, ou faz isso muito raramente. Isso é o que menos importa. Sua função primordial consiste em compensar frustrações e alimentar fantasias. Comprando este creme de barbear, você quer se transformar em quem?

O criminologista Anthony Platt observou que os delitos das ruas não são fruto somente da extrema pobreza. Também são fruto da ética individualista. A obsessão social pelo sucesso, diz Platt, incide decisivamente sobre a apropriação ilegal das coisas. Eu sempre ouvi dizer que o dinheiro não trás felicidade; mas qualquer pobre que assista televisão tem motivos de sobra para acreditar que o dinheiro trás algo tão parecido que a diferença é assunto para especialistas.

Segundo o historiador Eric Hobsbawm, o século XX marcou o fim de sete mil anos de vida humana centrada na agricultura, desde que apareceram os primeiros cultivos, no final do paleolítico. A população mundial torna-se urbana, os camponeses tornam-se cidadãos. Na América Latina temos campos sem ninguém e enormes formigueiros urbanos: as maiores cidades do mundo, e as mais injustas. Expulsos pela agricultura moderna de exportação e pela erosão das suas terras, os camponeses invadem os subúrbios. Eles acreditam que Deus está em todas partes, mas por experiência própria sabem que atende nos grandes centros urbanos.

As cidades prometem trabalho, prosperidade, um futuro para os filhos. Nos campos, os esperadores olham a vida passar, e morrem bocejando; nas cidades, a vida acontece e chama. Amontoados em cortiços, a primeira coisa que os recém chegados descobrem é que o trabalho falta e os braços sobram, que nada é de graça e que os artigos de luxo mais caros são o ar e o silêncio.

Enquanto o século XIV nascia, o padre Giordano da Rivalto pronunciou, em Florença, um elogio das cidades. Disse que as cidades cresciam «porque as pessoas sentem gosto em juntar-se». Juntar-se, encontrar-se. Mas, quem encontra com quem? A esperança encontra-se com a realidade? O desejo, encontra-se com o mundo? E as pessoas, encontram-se com as pessoas?Se as relações humanas foram reduzidas a relações entre coisas, quanta gente encontra-se com as coisas?

O mundo inteiro tende a transformar-se em uma grande tela de televisão, na qual as coisas se olham mas não se tocam. As mercadorias em oferta invadem e privatizam os espaços públicos.

Os terminais de ônibus e as estações de trens, que até pouco tempo atrás eram espaços de encontro entre pessoas, estão se transformando, agora, em espaços de exibição comercial. O shopping center, o centro comercial, vitrine de todas as vitrines, impõe sua presença esmagadora. As multidões concorrem, em peregrinação, a esse templo maior das missas do consumo. A maioria dos devotos contempla, em êxtase, as coisas que seus bolsos não podem pagar, enquanto a minoria compradora é submetida ao bombardeio da oferta incessante e extenuante. A multidão, que sobe e desce pelas escadas mecânicas, viaja pelo mundo: os manequins vestem como em Milão ou Paris e as máquinas soam como em Chicago; e para ver e ouvir não é preciso pagar passagem. Os turistas vindos das cidades do interior, ou das cidades que ainda não mereceram estas benesses da felicidade moderna, posam para a foto, aos pés das marcas internacionais mais famosas, tal e como
antes posavam aos pés da estátua do prócer na praça.

Beatriz Solano observou que os habitantes dos bairros suburbanos vão ao center, ao shopping center, como antes iam até o centro. O tradicional passeio do fim-de-semana até o centro da cidade tende a ser substituído pela excursão até esses centros urbanos. De banho tomado, arrumados e penteados, vestidos com suas melhores galas, os visitantes vêm para uma festa à qual não foram convidados, mas podem olhar tudo. Famílias inteiras empreendem a viagem na cápsula
espacial que percorre o universo do consumo, onde a estética do mercado desenhou uma paisagem alucinante de modelos, marcas e etiquetas.

A cultura do consumo, cultura do efêmero, condena tudo à descartabilidade midiática. Tudo muda no ritmo vertiginoso da moda, colocada à serviço da necessidade de vender. As coisas envelhecem num piscar de olhos, para serem substituídas por outras coisas de vida fugaz. Hoje, quando o único que permanece é a insegurança, as mercadorias, fabricadas para não durar, são tão voláteis quanto o capital que as financia e o trabalho que as gera. O dinheiro voa na velocidade da luz: ontem estava lá, hoje está aqui, amanhã quem sabe onde, e todo trabalhador é um desempregado em potencial.

Paradoxalmente, os shoppings centers, reinos da fugacidade, oferecem a mais bem-sucedida ilusão de segurança. Eles resistem fora do tempo, sem idade e sem raiz, sem noite e sem dia e sem memória, e existem fora do espaço, além das turbulências da perigosa realidade do mundo.

Os donos do mundo usam o mundo como se fosse descartável: uma mercadoria de vida efêmera, que se esgota assim como se esgotam, pouco depois de nascer, as imagens disparadas pela metralhadora da televisão e as modas e os ídolos que a publicidade lança, sem pausa, no mercado. Mas, para qual outro mundo vamos nos mudar? Estamos todos obrigados a acreditar na historinha de que Deus vendeu o planeta para umas poucas empresas porque, estando de mau humor, decidiu privatizar o universo? A sociedade de consumo é uma armadilha para pegar bobos.

Aqueles que comandam o jogo fazem de conta que não sabem disso, mas qualquer um que tenha olhos na cara pode ver que a grande maioria das pessoas consome pouco, pouquinho e nada, necessariamente, para garantir a existência da pouca natureza que nos resta. A injustiça social não é um erro por corrigir, nem um defeito por superar: é uma necessidade essencial. Não existe natureza capaz de alimentar um shopping center do tamanho do planeta.

Tradução: Verso Tradutores

Fonte: Agência Carta Maior (http://agenciacartamaior.uol.com.br) em 17/01/2007.

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